miércoles 11 noviembre, 2020 - Autor: Michelle Carrere
La fascinación de Javier Rodríguez por los mamíferos marinos surgió cuando de pequeño coleccionaba láminas o postales con imágenes de animales para pegarlas en los álbumes de historia natural. Ya en tercer año de colegio, Rodríguez sabía que quería ser biólogo y más precisamente estaba convencido de que quería estudiar a las ballenas.
Hoy es coordinador científico de Fundación Promar en Costa Rica, una de las primeras ONG que comenzó a investigar cetáceos en el país centroamericano. En esos tiempos, recuerda el científico, los costarricenses consideraban a estos animales especies lejanas, fauna de otras partes del mundo y hablar de ballenas “era como hablar en chino”, dice.
En esta entrevista con Mongabay Latam, Rodríguez cuenta cómo se fue transformando esa visión con el tiempo: comunidades enteras cambiaron sus embarcaciones pesqueras en barcos turísticos para observar a estos animales en el mar y mejoraron así su calidad de vida deteriorada por la sobreexplotación de los recursos marinos.
Desde chiquillo me gustaron mucho los animales y a nivel familiar contribuyeron bastante con ese interés porque desde la escuela me regalaron libros y revistas sobre fauna. Hubo una colección en particular que tenía información bastante técnica porque cada especie traía su clasificación taxonómica. A mí me encantó eso y ya para tercer año del colegio no solo estaba claro que quería estudiar biología, sino también mamíferos marinos.
Había unos álbumes de historia natural para los que uno compraba sobrecitos con postales que luego tenía que pegar. Me llamaron mucho la atención los cetáceos que eran como peces, pero que eran mamíferos y también me impresionó la cantidad de adaptaciones de este grupo que se originó en tierra firme para volver al mar.
Ballena Jorobada en el Parque Marino Francisco Coloane. Foto: Patagonia Photosafaris.
Ballena Jorobada en el Parque Marino Francisco Coloane. Foto: Patagonia Photosafaris.
Inicialmente en la universidad comencé trabajando con mamíferos terrestres porque la parte marina siempre es más complicada. Trabajé con roedores, con murciélagos, pero siempre con los mamíferos marinos como norte. Desgraciadamente en nuestras universidades el tema de mamíferos marinos era totalmente desconocido, al igual que en todo el país. La gente tenía la impresión de que las ballenas eran de los polos y por otra parte a los delfines se los asociaba con acuarios de Miami u otras partes, pero jamás como fauna nacional. Los únicos que no tenían esa percepción eran los pescadores y los habitantes costeros de nuestro país. Pero la población costera de Costa Rica es muy baja a diferencia de Perú, por ejemplo. Entonces para la población del interior los cetáceos eran cosa de otras regiones del mundo, pero no de aquí.
Los inicios fueron bastante difíciles. En Promar publicamos en 2001 la primera lista de cetáceos en Costa Rica a partir de la recolección de información bibliográfica que estaba muy dispersa y también de algunos primeros datos que ya nosotros teníamos. La lista tenía 27 especies confirmadas científicamente, con coordenadas inclusive, pero al principio la gente casi que no creía, era como hablar en chino.
Afortunadamente eso ha ido cambiando y la observación turística de cetáceos ha sido una punta de lanza en todo este asunto.
Entre 2001 y 2002, en Promar hicimos una investigación y evaluación de lo que era la actividad turística en ese momento y se encontraron aspectos bien complicados. Desde el punto de vista del manejo, se observó que la tendencia de las ballenas ante la presencia de embarcaciones era la de alejarse porque estas eran muy invasivas. También evaluamos la actividad desde el punto de vista de la seguridad de los turistas y tampoco había un buen manejo.
Taller de cetáceos con operadores turísticos. Foto: Javier Rodríguez
Se hicieron talleres con los usuarios y concordaron en que era necesario regular la actividad con la participación de ellos. Después de una revisión con técnicos de universidades —nadie especialista en el tema pero sí con buen criterio— en Promar y con la ayuda de una abogada ambiental elaboramos un reglamento de observación de cetáceos en Costa Rica. Se presentó el documento al Ministerio de Ambiente, luego circuló entre los otros cuatro ministerios que quedaban involucrados en el tema y después de un proceso de cuatro años fue aprobado y publicado por vía Decreto Ejecutivo en el 2005. Hasta la fecha ese reglamento está vigente para todo el país y el objetivo es que sea una actividad sostenible, responsable y no se convierta en otro problema para los cetáceos.
El asunto es que con los ingresos que generaba esta actividad —que tuvo un crecimiento exponencial al principio y que ahora está un poco más nivelada tanto en el número de embarcaciones como el número de capitanes y guías— pudimos gestionar una campaña para que Costa Rica regresara a la Comisión Ballenera Internacional (CBI).
Costa Rica tenía 23 años de no participar de la CBI aunque nunca se salió de la convención, entonces había acumulado una deuda enorme (ya que los países miembro deben pagar una cuota). Dos gobiernos nos dijeron que eso era impagable y pues hizo una campaña muy fuerte, la CBI también colaboró porque condonó una parte de la deuda y propició un arreglo de pago y finalmente en el 2007 Costa Rica regresó a la CBI.
Javier Rodríguez junto a los delegados latinos del Comité Científico de la CBI. Foto: Javier Rodríguez
La punta de lanza para ese regreso a la CBI fue justamente lo que estaban generando las ballenas en las comunidades costeras. Muchas comunidades estaban afectadas por la alta sobreexplotación pesquera que había generado una situación de pobreza muy complicada. Hay comunidades costeras que se transformaron totalmente a realizar actividad de turismo de observación. Es bien interesante porque les resulta mucho más rentable desde el punto de vista de ingresos y con mucho menor esfuerzo.
Preparar una embarcación para ir a pescar cuatro o cinco días al mar es un proceso muy pesado, muy exigente y lo que retribuye es bastante bajo. Normalmente no puedes pensar en transformar un barquito pesquero en un barco de turismo, pero en esas zonas del país los que hacían pesca lo hacían con lancha. Entonces, básicamente lo que tenían que hacer era tener un motor un poco mejor y promocionar la actividad. A partir del momento en que tenés lo básico, el resto es cuestión de coordinación y asegurar un buen servicio, pero no es tan pesado preparar un tour como preparar la salida de pesca y te genera mucho más ingreso.
El caso es que en diferentes comunidades del Pacífico se ha visto un cambio y no en el sentido de ese progreso que a veces es tan criticable. Las comunidades siguen siendo más o menos las mismas, sin muchos cambios en infraestructura, pero la gente tiene una calidad de vida mucho mejor.
Una ballena jorobada madre y cría cerca de la superficie. Foto: montereydiver en Best Running / CC BY 2.0.
Aquí tenemos una población que migra desde el Pacífico Norte hasta nuestras aguas. Son ballenas jorobadas que se alimentan en el sur de Canadá y norte de Estados Unidos y luego migran para reproducirse acá. Eso ocurre en la primera mitad del año desde diciembre hasta abril más o menos.
Por otra parte, también tenemos una población que emigra durante la segunda mitad del año desde Chile y península Antártica y se van ubicando desde el Norte del Perú, Ecuador, Colombia, Panamá hasta Costa Rica.
Por eso tenemos ballenas jorobadas casi todo el año. En casi todo el mundo solo contás con jorobadas o del norte o del sur. En nuestro caso, tenemos la particularidad de contar con ambas.
Definitivamente fue un factor decisivo para la limitación total del trabajo de investigación en el mar o en la Costa, incluyendo talleres en comunidades. Lo último que llevamos a cabo de campo fue en enero y febrero y fue precisamente la conclusión de un proyecto que teníamos de monitoreo de cetáceos en el Caribe Central de Costa Rica.
Fue un seguimiento a un muestreo inicial que se hizo en el 2012 para determinar cuáles eran las especies predominantes en nuestro Caribe central. Se trata de la primera lista de cetáceos para esta zona del país.
Las dos más frecuentes fueron el delfín manchado del Atlántico (Stenella frontalis) y el delfín bufeo o nariz de botella (Tursiops truncatus). Luego, en menor medida, la falsa orca (false killer whale) y el delfín de dientes rugosos (Steno bredanensis) que es una especie de mar abierto. Sin embargo, la plataforma continental en el Caribe nuestra es muy corta y entonces muy cerca de la costa se pueden dar profundidades grandes y eso probablemente es lo que posibilita la presencia de esta especie aunque probablemente no sea muy común.
Delfín nariz de botella (Tursiops truncatus). Foto: NASA / Wikimedia Commons
Además, como la noticia de que se estaba haciendo esta investigación se propagó, la gente comenzó a mandarnos información. Nos enviaron tres videos de cachalotes (Physeter macrocephalus) avistados a unos 10 o 12 kilómetros de donde nosotros estábamos muestreando, entonces lo incluimos en la lista porque no había la menor duda de que se trataba de esa especie. El cachalote es inconfundible y bueno, solo faltó que alguno asomara la cabeza y dijera ‘soy el cachalote’. También recibimos un video de manatíes, una especie que tampoco llegamos a ver. Estaba justo en la zona del último trayecto de nuestro muestreo, pero ya habíamos entregado el informe entonces no fue incluido en la lista.
Así es. De hecho, es un tema que aquí en Costa Rica se ha querido formalizar porque en ocasiones es información muy valiosa. También creo que es consecuencia de que la investigación científica se ha ido ampliando un poco, saliendo de una cúpula que consciente o inconscientemente se fue creando en el tiempo, por lo menos en algunos sectores científicos. Pero el caso es que toda esa información no solo se está valorando, sino que se está promoviendo aunque por supuesto en forma ordenada pues no corresponde a procesos sistematizados, ni tienen la rigurosidad del método científico. Sin embargo, dependiendo de la información, puede ser muy valiosa y utilizable. El punto es tener claridad de cómo, cuándo y para qué se puede utilizar.
Lamentablemente todos los cetáceos son vulnerables a muchos problemas que afrontan los ecosistemas marinos. Les afectan mucho los diferentes tipos de contaminación, tanto la acústica como la química, la de desechos sólidos y la orgánica. También están los problemas de enmallamiento, un problema general en toda la región latinoamericana. Mueren en redes de pesca que tienen por objetivo capturar otras especies, pero ahí quedan atrapados, también en las que son abandonadas y llaman redes fantasma. Por otro lado, el tema de las colisiones con embarcaciones también es un tema que se ha vuelto importante. En las áreas portuarias casi siempre hay problemáticas de ese tipo.
Javier Rodríguez con un delfín encallado recien fallecido. Foto: Javier Rodríguez
Las dos especies más costeras, el delfín manchado y el bufeo, se encuentran bastante distantes de la zona portuaria de Limón. Eso era esperable, lo cual no quiere decir que no puedan aparecer o registrarse allí, pero de acuerdo a los resultados obtenidos, su presencia es baja o muy baja en toda el área. Estamos hablando del principal puerto del país incluyendo a los del Pacífico y además tiene mucha cercanía con el Canal de Panamá entonces tiene bastante movimiento. Afortunadamente no encontramos animales que pudieran estar golpeados o muertos flotando en el agua y tampoco tuvimos conocimiento de encallamientos durante los períodos de muestreo en la zona.
La falsa orca y el Bufeo son especies de preocupación menor según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), pero para delfín de dientes rugosos y el manchado del Atlántico no hay información disponible y esa es una de las categorías más inadecuadas que tiene la UICN. Ahí se meten muchas especies para las que no hay información, pero para las que puede ser incluso evidente que tienen problemas.
Imagen principal: ballenas jorobadas. Foto de Michael Dawes, PNN.